lunes, 3 de agosto de 2009

tortuga arriesgada

No, no es fácil arriesgarse a saltar si no se conoce bien la profundidad y el relieve del fondo. En este caso la forma del fondo estaba clara porque no había agua. La altitud era evidente, y no me comporté como un cobarde, solo que no quería morir con los huesos destrozados, desangrándome. AHora estaba de nuevo allí, en un nuevo intento. Me había protegido todo lo posible, tomado todas las precauciones. Ojalá sobreviva al gran salto. Si no estuviera tan seco, yo, que me apellido Pez, no temería nada ahora. Pero no hay nada que me amortigüe. Tengo que quitarme la pecera de la cabeza para no hacerla añicos.Bien, estoy bien protegido. Como una tortuga en su caparazón. Lástima que las tortugas sean tan lentas en la tierra pero tan rápidas como una piedra cuando atraviesan el aire. Bien, vamos allá, tres, dos, uno... dios mío que no me quede inconsciente, siempre que estoy inconsciente tengo terribles sueños, ni siquiera puedo definirlos como pesadillas, es algo aún peor. Venga, tres, dos, uno... debí pedir ayuda a alguien para atreverme a hacer esto. Pero si estoy solo, eso era imposible, nadie me queda. Tal vez encuentre ayuda ahí abajo. Llevo demasiado tiempo en un pozo huyendo de otro pozo. Debo saltar, pero me tiembla hasta el alma. Tres, dos, uno... ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

2 comentarios:

  1. ¿Se quedó dada la vuelta y no supo girarse y allí, cerca del agua, encontró su final?

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  2. No temas, sobrevivió, mal que bien, pero lo hizo. Sigue dando traspiés, vacilante, insegura, a veces enferma. Pero hay algo en su interior, una llama antigua, que nunca ha dejado de arder, y que le obliga a salir adelante.

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