martes, 14 de julio de 2009

tostadoras brincadoras

Después de mi loca caida, estuve días, semanas, no sé cuanto tiempo semiinconsciente. Entre pesadillas y recuerdos vagos, vaya novedad. Y al recobrarme por completo, nada tenía sentido, otra no-novedad. No estaba donde debería estar. Estaba en el campo, rodeado de tostadoras enchufadas al suelo, luchando por soltarse de su conexión de tierra. Pero las que lo conseguían, dejaban de moverse. Miré en el interior de las vivas y de las muertas, pero ninguna tenía tostadas, y yo tenía hambre. Probé las flores y la hierba verde. No es lo mismo que una buena tostada, pero en realidad hace tanto tiempo que no pruebo una que lo mismo las margaritas silvestres y el pan tostado saben igual y no me acuerdo. Me tumbé entre las tostadoras brincadoras y disfruté del espectáculo de verlas saltar y caer sobre mi cuerpo. Una me llamó la atención muchísimo más del resto, A pesar de estar decsonectada, seguía corriendo entre el cesped y los matorrales como un conejo amarillo, aunque si existiesen los conejos amarillos no creo que se pareciesen mucho, pero se movía como un conejo. ¿Sabría también a conejo? Me puse de pie y corrí tras él, o ello. Me vino a la mente Alicia en el País de las Maravillas. Ojo, ni se te ocurra perseguirlo hasta dentro de un árbol, Payaso Pez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario