Hace muchos años tapé un cadáver con una alfombra. Ahora siempre que veo una, piso sobre ella con miedo y precaución, y si puedo, la rodeo y la evito. Ayer me asusté mucho. La tostadora llena de energía y vacía de pan, se escondió dentro de un piso lleno de alfombras, y delgados brazos moribundos intentaron cogerme de los tobillos. Grite hasta que el eco de mi voz me dejó sordo dentro de mi pecera.
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