miércoles, 7 de octubre de 2009

sandalias en una esquina

Despierto. Una vez más. He estado muy débil, mi pecera parece enorme, y es que me he hecho muy pequeño. He batallado y he perdido. Me incorporo, con un solo pensamiento: comer. Mi sueño ni siquiera ha sido reparador, tan sólo una aburrida e interminable metáfora agobiante e indescifrable. No es la primera vez que mis sueños me muestran más dudas que respuestas. Durante semanas he estado semiinconsciente. ¿Qué ha pasado a mi alrededor? ¿Ha cambiado algo? ¿Dónde hay comida? Maldita sea, siento que me mareo. En frente veo un cartel la palabra comedor. No sé si es una alucinación, pero llamo a la puerta. Adelante, pase. Deje sus sandalias en la entrada. No, no es por motivos religiosos, es que acabamos de fregar. Por Dios, y no se las vuelva a poner, apestan más que usted.

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